jueves, 18 de agosto de 2011
TRISTE REALIDAD
“¡Qué malo está esto!”, es una frase muy popular que se puede oír en una esquina, un transporte público o cualquier hogar cubano. Es la agonía de cómo resolver los diversos problemas que confronta la gente, que no ven la manera de satisfacer sus necesidades y menos aún la de lograr sus sueños.
El deseo de ver un cambio es cada vez mayor. Unos pocos repetían: “Esto lo va a cambiar Raúl Castro”. Pero con el transcurso de los meses y los años han ido quedándose callados al ver que los Lineamientos del VI Congreso del Partido no acaban de ser implementados, y permanecen como cantos de sirena. Ellos son sólo la repetición de las promesas que por más de cincuenta años el régimen hizo y nunca cumplió.
La economía nacional está en ruinas. Eso es una triste realidad que el gobierno cubano trata de disimular aludiendo a la actual crisis mundial. Pero son cosas que ni se parecen, pues la situación que se sufre aquí, a diferencia de la del resto del planeta, tiene carácter crónico y ha durado varias décadas.
Los bajos salarios, los elevados precios, la eliminación de ayudas sociales, las medidas abusivas contra los cuentapropistas, así como el poco apoyo a los campesinos y el desempleo, son factores que atentan contra la tranquilidad de espíritu y la felicidad de la población.
La desesperanza es el sentimiento que martiriza a las generaciones más viejas, que son las que durante toda su existencia han vivido la triste realidad de una dictadura que les ha robado la fe de vivir mejor. Algunos se muestran quejosos; otros, para evitar ataques de incondicionales del régimen, prefieren callar y mueren en el silencio con la impotencia de no aportar nada al cambio que se necesita.
Los jóvenes corren de un lado a otro como potros salvajes que no encuentran pasto para saciar el hambre espiritual y material. Como incrédulos, no tienen caminos por dónde transitar; son una pobre generación detenida en el tiempo, que no sabe ni adonde va, y a la cual el gobierno le roba el futuro y la libertad.
Todos esperan que pase algo, pero nadie se imagina cuándo ni cómo será. Algunos buscan un Mesías o un profeta. Muchos me preguntan: “Dime, rubia, ¿cuándo se caerá esto?” Mientras tanto, otros disfrutan el comentario: “¡Oye, Fulanito se va!” Ése es el trofeo mayor para un cubano: estar lejos de esta olla caliente, porque de sobra sabe la gran mayoría que el comunismo de los Castro es un fracaso y que no es más que una burda mentira.
“Esperar; no queda mas remedio”, dijo la veterana Caridad con preocupación, cuando miró el menguado pago de su chequera y, mientras se le escapaba un suspiro, añadió: “Estamos condenados a muerte”.
“Es triste, sí, para los que tienen luz larga”, dijo el viejo Bienvenido, líder en la oposición espirituana, el cual, aún con aires de patriotismo y una profunda añoranza, miró al cielo y exclamó: “¡Dios mío, ayúdanos!”
Sancti Spíritus, 3 de agosto de 2011.
Ana Margarita Perdigón Brito
Periodista independiente
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