René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
En esta última semana ha continuado la crisis generada por el hundimiento de un buque de guerra surcoreano. El país afectado ha acusado directamente a la llamada República Popular Democrática de Corea (que, en realidad, es un reino nada popular y aún menos democrático).
Desde la izquierda, otros han creído ver en el hecho la mano siniestra de los Estados Unidos. Lo anterior fue planteado en el programa Dossier por Walter Martínez, quien, en su desenfreno “progre”, ha creído ver en la fugaz visita a China del diminuto tirano de Pyongyang la prueba irrefutable de su inocencia.
Esa especulación fue recogida entusiásticamente por Fidel Castro en uno de sus últimos trabajos periodísticos. En verdad, no cabía esperar otra cosa, pues ya se sabe que el Reflexionante en Jefe no suele permitir que le quiten el sitio de honor que ocupa entre los enemigos de los Estados Unidos.
A pesar de la importancia de ese enfrentamiento, la noticia principal de la última semana ha sido —sin dudas— la irrupción de tropas israelíes en los buques de una flotilla que transportaba ayuda para los palestinos de la franja de Gaza.
Las evaluaciones de este suceso no han estado exentas de las inevitables diferencias de enfoque y diversidad de matices, aunque el tono general —fuera del estado judío— ha sido de rechazo y condena al asalto.
Los integrantes de la flotilla se autodescriben como pacíficos. A fuer de sincero, debo decir que las filmaciones de sus entrenamientos a bordo, así como los tubos, maderos y cabillas que ellos blandieron frente a los asaltantes no me parecieron demasiado pacíficos.
Se reprocha acremente que los atacantes arrojaran al mar varios cadáveres —versión no comprobada, hasta donde sé —, pero esos mismos críticos se cohíben de reprender los lanzamientos por la borda de soldados israelíes vivos, que sí están plenamente documentados…
De todos modos, lo que me ha animado a escribir este artículo no son esas opiniones rectas o torcidas, sino la unanimidad con que todos hablan sobre el bloqueo establecido por Israel contra la franja de Gaza.
No es que el término esté siendo usado con absoluta precisión: Se sabe que en ese estrecho territorio semidesértico de la Palestina viven más de un millón de personas, cuya supervivencia durante años sería incompatible con la existencia de un verdadero bloqueo en toda regla.
Pero es cierto que, como demuestran los hechos relacionados con la flotilla, el ingreso a Gaza de alimentos, combustibles y otros productos vitales está sujeto a las limitaciones y controles establecidos por el estado judío.
Nada ni remotamente parecido sucede en Cuba, que puede comerciar libremente con todos los países del mundo, excepto uno. Pero incluso éste, a pesar del embargo, es nuestro principal suministrador de alimentos.
Eso no importa: el régimen de La Habana y sus defensores seguirán empleado la palabra “bloqueo” para referirse tanto a lo que padece Gaza como a Cuba, a pesar de que —como queda dicho— se trata de cosas totalmente distintas.
Son los dos bloqueos: el que más o menos es de verdad, y el de mentiritas. O para decirlo criollamente: el de relajo.
La Habana, 7 de junio de 2010
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